Y si nos tomamos unas vacaciones

“Ser agradecido es de buen nacido”, rezaba el refranero español. Y es verdad. Y más aun cuando vemos cómo esta virtud, valor, característica, ha caído en desuso. Hay que reconocer las oportunidades que la salud, el trabajo, la vida, las vacaciones nos proporcionan, por eso hay que vivirlas como si fueran las últimas (o quizá las primeras, que tiene más emoción).

En el ámbito laboral, el trabajo supone la posibilidad de desarrollarse en las áreas de conocimiento y competencias, pero también es un espacio en el que nos obligamos a dar los mejor de nosotros por nosotros mismos. O al menos así lo pienso.

El trabajo se desarrolla cuando hay que hacerlo, con todo el conocimiento que uno tiene, la ilusión e imaginación que pueda aportar, el rigor que cualquier proyecto compartido exige y siempre: una sonrisa.

En los últimos meses he borrado a menudo la sonrisa de mis labios. El dolor permanente cambia el rictus de las personas y descubres un buen día en un espejo de la peluquería que te ha cambiado el rictus. Entonces recuerdas las peleas con proveedores para llegar a tiempo, las presiones a clientes, los esfuerzos con finanzas para planificar los proyectos, las horas con comunicación para redactar los protocolos, y te das cuenta que te olvidaste de reír.

¿Cómo recuperaré la sonrisa que perdí? De momento he establecido cuatro obligaciones que cumplir:

  • Me cogeré tres días para visitar a mi amigo, el rey del dolor que nunca perdió la sonrisa, ese gesto silencioso y sutil que nos hace la vida más agradable.
  • Escribiré la historia prometida de la Princesa Sin Memoria, para recordar que “más vale lápiz corto que memoria larga”.
  • Miraré desde tres perspectivas al Mediterráneo buscando la mejor foto.
  • Pasearé con mi gorro sesentero como si Jackie Kennedy volviera a surcar Grecia con Onassis.
  • Daré la batalla a las pastillas que me machacan la cara y a la enfermedad que enrojece mi cara con toda la fuerza de las cremas de farmacia y el mimo del sueño reparador.

Me voy, aunque sea poco, con deberes para estas vacaciones. Porque no solo el trabajo es un castigo divino, las vacaciones son una tortura concentrada en el tiempo. Tienes que pasarlo bien, aprovechar el tiempo, volver moreno y contar lo vivido.

 

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