Huir del Día del Cáncer

Hasta hace pocos días celebraba o reivindicaba los días de… Había superado la objeción facilona de “es una tontería” y valorado la importancia de reinvindicar y recordar (no olvidar).

Eso si, ahora que soplan vientos nuevos, tras días de espera, me alejo tanto de la simple celebración como de la reivindicación permanente y machacona.

Por eso, hoy, día 4 de febrero, en el que el cáncer salta a los medios, las redes y las fuentes iluminadas, me hago algunas preguntas:

  • ¿por qué eludimos la palabra cuando se tiene que nombrar, si no es pecado, solo una enfermedad. ES CANCER
  • ¿por qué miramos con cara de pena a los enfermos en lugar de transmitirles confianza y apoyo?. ES TU SOBRINO, TU PRIMA, TU AMIGO, ERES TU.
  • ¿por qué hemos tomado la palabra “mucha fuerza”que resulta más un tópico o un dardo que un alargar la mano?. ES SU CUERPO EL QUE COMBATE.

Reivindico para mi el valor del silencio, del recogimiento para mi hoy, valor que descubri cuando mi oncólogo me dijo que tenía un cáncer maligno. De eso hace 5 años.

El silencio es saber dejar hablar a los que sufren cuando están mal, escucharles cuando pueden alzar la voz, alargarles la mano, estar con ellos cuando lo necesitan y dejarles solos cuando no quieren mostrar su debilidad o la degradación de su cuerpo.

Quisiera que las redes pusieran menos lazos y las empresas más medios para convertir los espacios de trabajo en espacios de acogida. Porque el trabajo para los enfermos de cáncer es un peso pero, a veces, gasolina.

Me sobran los que me dicen “mucha fuerza” y me faltan los que escuchan sin preguntar. Ya no es morir o morir. Hay vida tras la fase de tratamiento de cáncer, pero el cáncer es para siempre. Como se ex-fumador o ex-drogadicto.

Cada día que arrancas el ordenador y entras a través de la VPN para hacer lo que toca, “con fuerza”, te acompaña el olor a hospital, a radioterapia, a quimioterapia, a muerte.

Cada día que cierras el ordenador y te sientas a descansar tras un día de lucha intensa, en la que has aprendido a elegir tus batallas, te llega la imagen de aquel Garbancito que un día se alojó en tu cuerpo y antes de ser extraido te inoculó el virus del cáncer recurrente.

Pero, como se ven en los periódicos, redes profesionales y personales, carteles y edificios iluminados, hoy es un día especial, el día de la confianza. La confianza que viene del sabio latin, no habla de fe. Yo tengo fe en que estoy bien, esperanza en no tener una recaída cercana y caridad para compartir este día que a muchos reconforta. 

… Y casi todos los días se resumen en uno, Día de la Vida

Joseando en la distancia

Come, piensa, espera.

Sin Temor Al Tumor sigue teniendo la misma razón que cuando nació: sacar lo bueno de una experiencia inesperada, amarga e incierta. En marzo de 2020 cambió el tono al incorporar las experiencias del confinamiento. Ha pasado un año y seguimos en el túnel. Y solo puedo decir que toca hacer lo que está en nuestras manos. Aunque suene manido.

Ayer, 19 de marzo es San José, Día del Padre. Quiero aprovechar para recordar algunas enseñanzas que el mío me ha dejado este año:

  • No perder la sonrisa. Cuando iniciamos los Zoom José (Joaquín) no podía apenas hablarnos a hijas e hijos, a nietos, pero cada domingo expandía una profunda sonrisa que hacía un recorrido de cámara perfecto.
  • Trabajar con seriedad. La pocas veces que lograba que cogiera el teléfono, me recordaba que había que hacer lo que tocaba. Yo estaba sumida en una gran preocupación por la situación laboral y el me recordaba que todo es cuestión de amor a “todo”.
  • Esperar de la vida solo lo que la vida puede dar. Y disfrutar de cada día como un regalo, porque es una suerte levantarse cada mañana; y no solo a partir de los noventa años, como siempre bromeaba.
  • Pasear para descubrir. Desde la playa donde le toca pasar esta época me manda fotos, de vez en cuando, y sonríe mostrando cómo la inmensidad del mar es como la inmensidad de la vida: inalcanzable pero siempre deseable.
  • Dormir y alimentarse. El mejor sueño es el mejor alimento ha repetido cuando alguien habla de los problemas que supone el insomnio en estos tiempos de desazón. Y comer, ese gran disfrute de los pequeños platos saboreados cuchara a cuchara.

Con tal día como hoy, nos juntábamos siempre en familia. Elevábamos las copas elogiando el nombre, el valor de familia y la figura de los padres como nexo de unión.

Doble día para José Joaquín: padre y José.

Espérame aita, que la marea pasará, las fronteras se abrirán, los abrazos llegarán y podremos tomar juntos ese té con mucha miel que tanto te gusta. Eso sí, negociaremos quién lo paga.

Disfrutar en año revuelto

Felicitar el nuevo año es un motivo importante para romper el silencio. En este año hemos aprendido a amar lo cotidiano, a valorar la compañía y extrañar la ausencia más que nunca, a mirar la salud como un bien esencial que hay que prevenir y no solo cuidar.

En este año hemos echado de menos los abrazos, el trabajo en compañía y las reuniones interminables con quien a veces aburre. Hemos descubierto que el teléfono sigue funcionando o no, y lo hemos recuperado. Hemos sacado la mantita de sillón y usado como nunca. Hemos leído libros que teníamos pendientes. Hemos quedado a pasear al aire libre en lugar de para comer. Hemos vivido nuevas experiencias casi olvidadas, y recuperados sensimientos arrinconados y reflexionado con calma sobre vida, salud y sueños. Y quizá, muchos, nos hemos reinventado.

Y ahora, nos enfrentamos a un año nuevo. Seguirá siendo un año de Incertidumbre (como decimos en el libro liderado por Koro Kantabrana en el que pongo mi granito de arena). No tendremos un libro como “Súbito y Fulminante” en el que leer unos pequeños textos de in-ficción, entre la ficción y la infección, porque seguiremos viviendo muchas situaciones que nos parecerán irreales, pero podremos sentir ya la salida.

Quiero desearte a ti, que hoy lees este post, porque eres parte de mi vida, un año bueno, un año en el que sigas disfrutando de lo cotidiano, tengas la oportunidad de abrazar con la mirada a tus seres queridos, puedas leer el libro de la felicidad, veas la película con final que deseas y sortees el obstáculo de la enfermedad, el cansancio y aburrimiento.

FELIZ AÑO, FELIZ DÍA A DÍA, FELIZ MOMENTO DE DORMIR Y DE CADA DESPERTAR. FELIZ POR ESTAR VIVA.

Mis premios de la lotería

La Navidad empieza cuando se emite el anuncio de televisión, me decía una lotera hace unos días. Y yo, inconscientemente, lo traducía en “todo es comunicación”, quizá por deformación profesional. Ese mensaje, tantos años con la imagen del hombre de la mirada penetrante, siempre me alegraba el corazón, y no porque sea una consumidora de lotería, sino porque me conducía hacia el momento cumbre de la familia. Un año cambió el sentido de la lotería.

Este año, como todos y muchos, quiero me toque la lotería que comparto con un grupo de amigos muy importantes para mí, aquellos que configuran mi recuerdo escolar.  

Vuelvo a recordar que la lotería es suerte, que tengo las mismas papeletas que los demás y que, como la vida, tiene un componente de suerte ¿o todo?

Empiezo mi lista de no regalos y termino pronto, es año de austeridad. Cojo de nuevo la libre y empiezo a jugar ¿Sabías que ya te tocó la lotería cuando…?

  • Pudiste formarte para forjarte un futuro con un trabajo más o menos estable.
  • Tuviste un primer jefe que enseñó a trabajar, pero también a hacer empresa y equipo.
  • Encontraste una pareja que acompañó tus momentos de bajón y aplaudió tus éxitos.
  • Tus hijos aprendieron a leer y te pidieron un libro concreto de entretenimiento aquel día que paseabais.
  • Aunque tarde, lograste el ascenso esperando.
  • Te facilitaron una formación en tu empresa para mejorar competencias y habilidades.
  • Tus amigas te acompañaron cada mañana con un “buenos días requeteguapas” por WhastApp aun en los peores momentos.

La lotería empieza con un anuncio, continua con la compra y termina con una ilusión o decepción. A mi, me tocó la lotería el día en que decidí que el cáncer iba a convertir mi vida en rosa. Y de momento, voy ganando. 

¡Y ganaré!

Cicatrices con lazo

Pongo mi lazo a diario sobre las cicatrices de la operación. Pero el lunes 19, en el Día Mundial contra el Cáncer de Mama me pondré el lazo rosa. Lo llevaré en el pecho por las que lucharon y perdieron, por quienes lo combaten ahora y por las que guerrearán en el futuro. No olvidaré a todos los que lo investigan, cuidan y acompañan en estos procesos. Porque esto nos afecta a muchas y muchos. Sí, a nosotras y a ellos, que también lo sufren. 

Mi lazo diario me acompaña cuando me levanto, todavía hoy tiemblo al verme y preguntarme por qué a mí, aun sabiendo que tenía papeletas compradas. 

Mi lazo diario me pincha cuando en el trabajo noto el brazo izquierdo resentido tras horas frente al ordenador, aun sabiendo que el estrés aumenta mi riesgo de recaer.

Mi lazo diario me obliga cada tarde a caminar para pasear su vergüenza, aun sabiendo que debería cuidarlo más y trabajar menos.

Mi lazo diario deja de pinchar cuando me siento por la noche y empiezo a escribir para vivir, con la tranquilidad y admiración de saber que, cerca de mí, sigue una mano tendida, aun después de todo lo pasado.

Este año más que otros celebraré el día contra el cáncer de mama. Porque son muchas las que no pudieron ser detectadas, tratadas adecuadamente y las que lo sufren en soledad y confinamiento doble. 

Vivo ahora un confinamiento voluntario y preventivo. Quiero vivir por mí (perdón el burro delante), pero quiero vivir bien. El virus que nos ronda me ha tocado de refilón, empezó con la muerte de un amigo, de la madre de otro, 40 días de UCI para muchos… pero no tocó mi lazo. 

El 6 de marzo mi empresa implantó el teletrabajo con acierto y en esa iniciativa encontré un seguro de vida, el alejamiento del riesgo y la oportunidad para cuidarme. 

Llevaré el lazo rosa en mi solapa el lunes pinchando al que está sin dejarse ver y recordando que estoy en la batalla para ganar. 

Un otoño por conquistar

Este blog nació con un cáncer, como canal para compartir una experiencia y sacar unas enseñanzas de salud, vida y para la profesión (importante en mi vida). Por eso, leer esta semana que la COVID-19 ralentiza la atención del cáncer y daña el bienestar de los oncólogos, me obliga a sacar la bandera de aviso. A mi me sirvió y debo recordar a mis antiguos 80 lectores que no podemos bajar la guardia ni la observación

¿Saturada de COVID-19? ¿Volviendo a la nueva a-normalidad? ¿Dispuesta a afrontar el otoño que acaba de empezar? Respondo SI a todo. Este verano, “cuasi-confinada” , recordé el de hace cuatro años y celebré de nuevo el nuevo nacimiento tras la extirpación de Garbancito y los tratamientos. ¡Solo mirar atrás para sacar enseñanzas! Enfermedad alrededor, muerte de desconocidos y cercanos, riesgos por todas partes, incertidumbre extendida, temor a mucho, pero estamos (y no solo estoy) aquí para sonreír y vivir con alegría.

He pasado el verano entre médicos y más médicos, tomando las debidas precauciones, pero no he dejado de visitar a los que tocaba y limitar los riesgos. ¡Claro que da miedo ir al médico! Pero es mucho peor llegar al hospital cuando el cáncer está extendido o el virus bien alimentado. Y también debe serlo caer en una UCI cuando el virus está pletórico y dispuesto a terminar con el sistema respiratorio y con todo lo que ataca.

El 7 de Julio me contaba un amigo que comenzaba una quimioterapia que debió iniciarse en marzo. Le miré con estupor y solo le dije: “ya estás en marcha, sin prisa y sin pausa, a ganar esta batalla”. Sabía que se han producido cancelaciones en los tratamientos pautados y esto tiene sus consecuencias, aunque fueran medidas de seguridad orientadas a minimizar el riesgo de exposición al coronavirus. Y no tardaremos en verlas.

Con vistas a 2020, el Sistema Europeo de Información sobre el Cáncer estimaba 2,7 millones de casos nuevos y 1,3 millones de muertes. Veremos cómo es el cierre de año. Todos tenemos precaución. Sin duda para los que hemos sufrido o sufrimos un cáncer, el estrés que genera la actual situación es un gran enemigo en nuestra batalla personal y diaria. El estrés es nuestro peor enemigo, aunque el virus pulule alrededor…

Decía al principio que estamos aquí para sonreír. Entre tanto riesgo, he podido teletrabajar y minimizar riegos, he disfrutado de mi casa y descubierto desde mi ventana atardeceres veraniegos y he disfrutado de la comida sana como fuente de vida.

Bienvenidos al nuevo curso de Sin Temor al tumor lleno de nuevos propósitos:

Prevenir, informarse sin obsesionarse, contrastar la información, trabajar con doble orientación al servicio, compartir el tiempo con quiere hacerlo, apartar lo que merece la pena, pasear cada día buscando un camino nuevo y no una piedra en el camino.

¿y de lo mio qué?

Tras lanzar este lunes el libro Súbito y Fulminante me reuní con uno de mis amigos que no pudo empezar la radioterapia en marzo. No pude darle un abrazo y no quise preguntarle cómo llevaba cada sesión. Le miré a los ojos y escuché. Dijo que le quedaban seis.

El tiempo cuando estás en tratamiento es diferente, no solo lo cuentas hacia atrás, que es normal, puntúa doble. Cada sesión es una pequeña batalla ganada. Mi amigo me sonrió, estábamos con otros, y ambos supimos que iba como tenía que ir.

Hoy hace exactamente cuatro meses que decidí preservar aun más las defensas que no tengo. Mi radióloga me recuerda siempre que no puedo regalar ni una, que no tengo. Mi cuenta hacia atrás es poder seguir trabajando desde casa y mimar mis glóbulos blancos, fagocitos, neutrófilos, eosinófilos y monocitos (glóbulos blancos), y linfocitos.

Este verano en el que no podré viajar a Italia, quiero vivir el tiempo, no como tiempo de descuento, sino de recuperación. Quiero recuperar el sueño que el COVID-19 me quitó.

¿Qué hay de lo mío? Lo de todos es cuidarnos, qué obviedad. Miro a través de mi ventana, como lo llevo haciendo desde marzo, y veo que nos robaron la primavera pero no podrán quitarnos el verano. Simplemente porque ahora podemos salir, saludar aunque sea con mascarilla, cortarnos el pelo, comprar el pan y visitar a nuestros padres.

Pócima de palabras, Súbito y fulminante

El abril de 2016 inicié este blog en el que trataba de plasmar las lecciones aprendidas con el cáncer que me habían diagnosticado. Un buen amigo me dijo entonces que sacar a la luz requiere valentía y hay que medir las consecuencias. Y no le faltaba razón. Sin temor al tumor ha sido uno de mis bastones. Además, cuando me incorporé al trabajo, me permitió compartir el reto de compartir vida profesional y superación personal.

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Negar la realidad

¿Hemos olvidado los muertos, los hospitalizados, el miedo al desabastecimiento y al contagio?
¿Hemos olvidado los aplausos a los sanitarios por su trabajo, esfuerzo y dedicación?
¿Hemos olvidado que el aislamiento alivia y la cercanía nos pone en riesgo?
¿Hemos olvidado que el trabajo es posible si ponemos de nuestra parte y el contacto nos acerca físicamente al contagio?
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Liberados, no libertarios

Día: 22 de Junio

Santoral:  San Albano.

Han sido noventa y ocho días de estado de alarma. En marzo se paró el país, se recentralizaron servicios públicos, las empresas replegaron a sus empleados en sus casas, en la medida de sus posibilidades, los abuelos se quedaron estupefactos en sus sillones, los niños jugaron, estudiaron y hasta entendieron algo más, y las mascotas mantuvieron sus salidas, siendo los “seres” más deseados. Continuar leyendo «Liberados, no libertarios»

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