Billete al paraíso


Las vacaciones se inventaron
, seguro, para descansar y coger fuerzas. Porque trabajar cansa y llega un momento en el que te das cuenta que faltan fuerzas. Me consuelo diciendo que es la edad, pero sé que desde que empecé con el tratamiento y el trabajo sin medida, mis pilas duran duran duran…. lo que la jornada de trabajo.

Trabajar es sin duda una obligación para la mayoría, gracias a ello unos pagan facturas, otros contraen deudas, muchos disfrutan de la vida y algunos llenan vacíos. En mi caso el vacío que lleno es el de muchos educados en la obligación de convertirnos en estupendos profesionales, útiles a la sociedad, personas de bien que honren a sus familias.

Esta semana, sin embargo, confirmo que hay dos tipos de profesionales que me llaman la atención, quienes se van de vacaciones sin remordimientos ni asuntos pendientes, y quienes no van porque no encuentran dónde, ni cómo, ni con quién ir.

Los que se van “sin problemas” suelen ser gente que no pierde el tiempo, trabajan cuando hay que trabajar, colaboran pero sin dejarse la piel, porque es solo trabajo y, lo más importante, ansían unas vacaciones en familia.

Los que no se van suelen gente que prolonga su vida en el trabajo, que no para y, a menudo, vive para trabajar, sin que ello quiera decir que su trabajo es mejor que el de los demás. En este tipo se encuentran muchos lobos solitarios workaholik.

El viernes pasado empecé a reflexionar sobre las vacaciones cuando acudí al Chupinazo con sensación de culpa por no estar trabajando. En aquel momento me di cuenta que llevo dos años, cuatro meses y ocho días, repartiendo mi vida entre la clínica cercana, la oficina (que al menos ha cambiado de ubicación y los colores de la actual me recuerdan que hay vida después de la radio) y el sillón de mi casa, donde paso las noches en vela.

Así que he decidido empezar por tomarme unas mini-vacaciones e ir a visitar a mi amigo Pio. En su casa pienso encontrar reposo, buena comida para el espíritu y unos días de silencio. De momento solo me falta, pedir permiso, que me lo den, sacar billete, reservar hotel, elaborar el plan de estancia, hacer la lista de la maleta y la propia maleta, vacunarme contra la dontiría y actualizar el pasaporte. Eso sí, tengo preparados varios libros (A corazón abierto – Anna Gavalda-, El Masajista de Almas – Josecho Vizcay-, La Magia del Orden – Marie Kondo-, Misógino Feminista – Carlos Monsivais- y Jesús de Nazaret –Pedro Miguel Lamet-).

Cuando vuelva, si me voy, no habré leído todo, pero tendré la satisfacción de haber podido volver.

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6 opiniones en “Billete al paraíso”

  1. Descansa…Y VETE de vacaciones, te lo mereces.
    Olvida la oficina y tumbate en la arena…o en la hierba,, y cierra los ojos y descanss, piensa en ti y disfruta el momento,,, el.sillon orejero es para el invierno.
    Bss

    1. Gracias Jaime. Pienso disfrutar en la arena y en cada lugar que pise. Cada momento de este verano es muy especial. Nos vemos por el Norte, ese lugar común…

  2. Las vacaciones son necesarias, del trabajo y de las responsabilidades no nos podemos despegar aún querramos. Pero hay que alimentar el alma, el espíritud con otras actividades tan necesarias como el trabajo. Así que disfruta tus merecidas vacaciones.

    1. Gracias Teresita. En efecto las vacaciones son para disfrutar. Y solo mejor siempre de ellas, al menos para mi, es el tiempo previo que dedico a soñarlas. Porque no solo se vive mientras las disfrutas, se vive cuando las sueñas y también cuando las recuerdas.
      Salud y saludos,

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