¿y si bajas de velocidad y evitas un accidente?

Trabajo con la intensidad de quien no ha pasado un trance y cáncer, y piensa que tiene todo por ganar. Un año, hace bastantes, soñé con liderar la comunicación de una empresa, con todo lo que suponía de redactar, mantener la relación con los medios, elaborar comunicados, impulsar acciones de responsabilidad social, trabajar un presupuesto y mucho más. Y en eso estoy, aunque olvide con demasiada frecuencia que con la salud no se juega.

Son altas horas de la madrugada cuando escribo este post, después de despertarme preocupada por no haber incluido algo más en mi plan 2020. Mejor tener menos acciones, más concentradas y focalizadas, me digo intentando dormirme de nuevo, pero no hay manera. Y me encuentro ante el papel blanco alejando la mente del quehacer diario y centrando mi atención en el sueño vital.

¿Qué hace que después de haber pasado por lo que he pasado siga dedicando tantas horas y tanto pensamiento a algo tan efímero como el trabajo? Si tuviera la respuesta clara, estaría en otra situación. Cuando termina el año, sí tengo claro que esto no puede seguir. Quizá implante metodologías agiles para buscar nuevas vías, haga más eficientes mis horas de trabajo con una concentración del esfuerzo y una dedicación diaria a mi otra vida. Son propósitos y cuentan las obras.

Cada noche al acostarme me duele donde se alojó el tumor y cada mañana sigue costándome levantarme por unos dolores reflejos de mi herencia genética migrañosa y mi dedicación a pensar más que a dejarme llevar.

Todos los barros vienen de unos lodos. No cabe duda…

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