Toca pañuelo rojo

No importa que este año no pueda ir al Chupinazo de los “Larríu del Baztán”, es decir, de mi Gran Hermano Ignacio. No importa tampoco que no pueda ir al Chupinazo de Eduardo Dato porque me han puesto una reunión a las 11 y no tengo forma de escaquearme. Así que, enfundada en vaquero blanco impoluto y camisica blanca he ido a trabajar como otros muchos infiltrados en Madrid. Y lo sé porque he mirado Facebook y allí estaba Iñigo en clase vestido de traje pero con el pañuelico.

¡Viva San Fermin! El Santo de Pamplona, para los que no sepan, tiene un capotico rojo que no solo protege a los corredores del encierro, también acompaña en las noches de vino y rosas, anima a los joteros y gaiteros e ilumina a los poco animados.

¿Qué puñeticas hago yo un 6 y 7 de Julio en Madrid? Trabajar como una profesional, con la sola licencia de ponerme a las doce el pañuelico rojo en la muñeca, entre señores trajeados, y racionalizar que no debo tentar a la suerte ahora que la migrañas remiten y disfrutar de este pequeño revivir.

Un viernes de San Fermin en Madrid se puede comer una chistorra, quizá de Pedro Ciaurriz de Elizondo, y compartir con otros tantos expatriados que Pamplona y Navarra están en el corazón… aunque sea dentro un poco corazón partío.

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