Y si mañana no estoy…, ¿qué quedará? ¿qué me llevaré? Retomo los tres valores que cimentan la empresa en la que trabajo, y que no distan de los míos, toda vez que recuerdo a tres personas que a lo largo de mi vida ejemplifican su grandeza.
Cuando me presenté al primer concurso de ejercicios literarios, mi profesor de literatura -el gran experto en Unamuno-, el Padre Enecoiz, me regaló un diccionario de sinónimos en cuya dedicatoria me decía cuánto había aprendido de mí. Sin duda, un ejemplo de HUMILDAD extrema. Solo yo podía decirle eso a él, que me había inculcado el amor por la lectura, el buen hábito de la relectura y el placer de la reflexión.
Durante las clases de empresa informativa, escuchaba muchos lunes alusiones a los sabios consejos que un pastor de las montañas navarras daba a nuestro entonces Rector y profesor. Nos relataba con pasión las recomendaciones sobre la importancia de afrontar de forma sencilla los avatares de la vida y la importancia de la escucha. Sin duda un buen ejemplo de HUMANIDAD. Don Alfonso no dejó nunca de sonreír al entrar en el aire, de escuchar cuantas opiniones y dudas presentaban los futuros periodistas y de deleitar con consejos prácticos para no caer en batallas inútiles.
Lleva más de 25 años conmigo y durante ese corto espacio de tiempo, nunca ha dejado que la presión pudiera sobre la razón, que los intereses personales primaran sobre los grupales y que el mal ganara sobre el bien. Él me ha enseñado que la palabra dada, en un mundo cambiante, vale lo que vale la persona que la pronuncia. Ha representado la INTEGRIDAD no solo como un valor que admirar en las personas, sino un espejo donde mirarse: por su sencillez al ponerlo en práctica, su humildad para verlo cómo ser lo que se es, y su humanidad para no juzgar a quien lo logra.
Cuando me vaya, me animen a ir de mi sitio, me lleven o recojan, me llevaré en mi mochila un puñado de recuerdos entre los que estarán los momentos compartidos con personas que sabían qué hacer en cada momento, una serie de sueños puestos en marcha que me han permitido recuperar la sonrisa del arquitecto soñador, y la serenidad del trabajo honradamente planteado.
Cuando me vaya, no me hará falta mi gran mochila, bastará la bolsa azul del logo que representa la esperanza en un nuevo amanecer. Porque donde me iré no hará falta ni el cepillo de dientes ni la bolsa de agua caliente.
Precioso escrito
Que gran persona D. Alfonso..
Compartir la vida con grandes personas es un lujo. Y tener siempre los ojos abiertos y las orejas prestas para sacar de cada uno lo mejor. Hoy mi recuerdo especial es para mi madrina, mi Tia Josephine, ella nos enseñó la importancia de la humildad con el ejemplo. Se dedicó en cuerpo y alma a la educación en Jesuitas de Pamplona, a acompañar a quien lo necesitaba en los Terciarios Capuchinos, y no dejó un día de abrazar a sus sobrinos como hijos que eran. Ella me enseñó, como enseñan los grandes, que el aprendizaje es silencioso.
Como siempre Genial…!!!!