¿Acostumbrada al bombardeo?

Cada nueva revisión es como una confesión para los que sepan qué es, y un momento de preparación, manifestación, absolución y propósito de enmienda.

He comentado en varias ocasiones lo complicado de los días previos a las pruebas y la incertidumbre y el martirio de esperar a los resultados: visita al oncólogo, radióloga, ginecólogo, hematólogo, etc. Se repite el proceso, debería acostumbrarme, pero lo único a lo que me habitúo es a entregar la tarjeta sanitaria y pagar las facturas. Todo sea por la salud.

Esta semana, en la consulta para la “batalla contra las migrañas”, comentaba yo cómo el cuerpo se debe acostumbrar a los tratamientos, aunque yo no lo tenga muy claro. Sólo he tenido un mes de media paz y condiciones para ver las cosas claras. Y eso agota. Eso sí,  he disfrutado este mes mirando cada hoja de árbol, bajando escaleras en la oficina, descubriendo la llegada de la primavera y remirando las publicidades de viajes soñando con una escapada.

El mundo está lleno de violencia, en actos terroristas de distintas índoles, en los políticos enfrascados en trabajar exclusivamente para las suyos desde la soberbia, en las empresas cada vez más agresivas y competitivas, en las casas con incremento de la violencia de género. Y algunos, como si fuera poco, nos obligan a tomar bombas médicas con la promesa de evitar “males mayores”. No llegan a prometer nada, los médicos se limitan a decirte que es el “mal menor”. Pero con bomba química al fin y al cabo.

Así que solo me falta un traje de amianto para pensar que cada día voy llenándome poco a poco de química diabólica que espero no contagie a mis cercanos. Al fin y al cabo, no tienen la culpa de que Garbancito quisiera alojarse un día y para no dejar huella, me den “anti-mosquitos” a diario.

¿Encontraré como los deportistas de élite una cámara de descompresión que me permita un día limpiar tanta química? Mientras llega el momento, voy a limitarme a soñar con el día en que me quiten la medicación y lleve los restos a un Punto Sigre (ese buzón en el que tirar los medicamentos no utilizados en las farmacias).

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Cáncer, si te vas, vete de verdad

El 15 de abril de 2016 me metieron un arpón para acceder a los ganglios, me extrajeron a Garbancito y comenzó mi batalla, una pequeña batalla en comparación con la de otras, contra el cáncer de mama. Cuando me incorporé al trabajo de nuevo, lo que había sido una pelea cuerpo a cuerpo se convirtió en la guerra contra el fantasma de la recaída y el encaje de bolillos para no decepcionar.

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