Son radiaciones, no corona de santa

IMG_4830-dMi memoria de pez no resiste casi ni un día. Mira que me había dicho esta mañana que tenía que escribir en cuanto llegara a casa. No solo por ser viernes puedo vestirme con vaqueros, a diario puedo, pero espero el día con igual felicidad de quien cierra ciclo pero por diferente motivo. Hoy las enfermeras me han despedido con un Feliz Fin de Semana. “Ya quedan menos sesiones de radio”.

Y hoy, primer día en lo que llevo de tratamiento, me han hecho esperar antes de pasar por la capilla. ¡Qué poca sensibilidad! Con las ganas que tenía de salir corriendo

A modo de resumen ejecutivo de esta experiencia, puedo concluir de momento que:

  • El sistema está preparado para que no puedas ver ni a los pacientes previos ni a los siguientes. Casi. ¿Cómo voy a hacer un estudio sociológico de todo esto si parece un poco como la espera en convento de clausura? Hoy sí he mirado de reojo a un par de señoras que esperaban, claro que yo había llegado con veinte minutos de antelación e iban con retraso. Además de un señor que salía de cabina con traje y corbata, iría –creo yo-, a una boda civil.
  • Los técnicos en viernes, como muchos trabajadores, parecen estar más contentos. Al menos a mi así me lo ha parecido. Tenían ganas de que aligerara el paso y me colocara en posición de cocción. Cuando yo, encima, estaba más cansada y aburrida, así que no andaba yo muy equilibrada de energía. Para el próximo día, desayuno doble con cereales.
  • La bata que te pones y te tienes que quitar cada día te recuerda que no somos nada y menos sin ropa. Y me viene el recuerdo de un abuelo pudoroso que siempre que pasaban eventos luctuosos repetía esta frasecita. Aunque lo peor es que se preocupen de dotarte de una bata para el trayecto de pasarela entre la cabina 1 y 2 y la sala nuclear; y luego no se den cuenta que te quedas al libre “albedrío” y con más frio que calor. Pero claro, como ellos huyen antes de la quema, ni se enteran.
  • Aun a sabiendas de que me puedo equivocar, podemos resumir en tres etapas la carrera diaria, desde el momento en que te colocan, abandonan y te controlan. Claro que, hasta hoy, era tal el nerviosismo que me producía que había optado por soñar con viajes y rezar. En primer lugar, todo empieza con chasquidos y ruidos infernales, similares al de los aparatos de los bares para matar mosquitos (con voleteo, choque y traca final). Luego hemos pasado a la parte ruidos de ducha, como si en un balneario estuvieras, oyes el sonido fresco similar a las aguas a diferente temperatura que se acompañan de la ideal cromoterapia. Y por último, el efecto resonancia magnética, el aparato gira y gira, como terminando de recoger toda tu energía hasta colocarse en posición de salida. Claro, esperando a la siguiente víctima.
  • Que no, que sé que todo esto son simples sensaciones. Que posiblemente si hablo con el ingeniero de GE (General Electric por ejemplo, especialista en estas cosas médicas), me diría que el proceso es otro, más complejo y serio. Pues lo será. Lo cierto es que la sala del bunker del Banco de España debe impresionar menos que ésta. El uso de la luz atenúa el ambiente y la posición de los aparatos te transporta a un mundo que de imaginario tiene poco cuando sientes el frio de la sala y los breves efectos de la radio. Menos mal que al salir, aunque sea por sugestión, lo haces con calorcito.

Ahora sí que es viernes, vuelta a casa paseando, recargando pilas y energías. La primera semana está cerrada y sólo quiero dormir. Feliz fin de semana. Permítanme que no les acompañe, irradio cansancio.

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