Pasar haciendo camino

Toda la vida quejándote de la dura carga de trabajar y te quedas en paro”. Esto me decía el otro día una amiga cuando recibió la noticia de su salida de una compañía importante y de un puesto destacado, al que había dedicado casi todo su tiempo los últimos años, a costa de amigos, familia y salud.

Eso sí, este año va a poder disfrutar el verano de su vida. Cada año en abril me contaba el destino elegido para disfrutar del mes de agosto. Eligió los fiordos un año por disfrutar de la belleza de la naturaleza en estado puro. Rusia le fascinó por la historia, el arte y la cultura, envuelta en un halo de misterio. En Japón encontró el orden que siempre buscó en los aspectos de la vida y la paz interior. De Turquía escogió la mezcla de culturas, olores y sabores. Pero nunca fue a los destinos elegidos.

Ahora, sorprendentemente, ha elegido quedarse en casa. Porque cuando no se tiene tiempo, se ahorra para poder ir a casi cualquier lugar y se sueña con ir a los más recónditos. Y cuando se tiene tiempo, uno se da cuenta que el agotamiento lleva a querer solo su casa, su almohada y su taza. Por eso, este año no se moverá. Volverá a caminar por la ciudad donde pasear por tu avenida conlleva pararte seis veces con conocidos antes de llegar a esa cafetería donde te espera el camarero que te pone tu café preferido con tu croissant a la plancha.

Pasarán los dos meses que restan, llegará el otoño y en lugar de sacar los trajes, los vestidos de entretiempo, la maleta de cabina, la bolsa de ordenador y el ebook para los viajes, preparará unas zapatillas de hospital, el ipod con la música clásica repleta de opera, la botella de agua rellenable, las gafas de sol de cristales tintados y el sombrero tapa-intimidades. Entonces, sin quererlo, empezará de nuevo su recorrido por los hospitales en los que volverán a decirle que no fue un sueño, que para recuperar la salud tiene que volver a caminar el Vía Crucis que un día le llevo a pensar que “ todo pasa”, aunque no para siempre.

Y mientras veía como mi amiga disfrutaba de pensar que no tenía que mandar la planificación de vacaciones, volví a repetirme el mantra: Todo pasa.

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