Lágrimas negras por México

Llegamos a México con ganas de trabajar, iniciar una buena experiencia vital y disfrutar de su magia e historia. Fueron muchos los que tuvieron que emigrar al país azteca buscando un futuro mejor desde mi tierra y eso me hacía sentir bien recibida y cómoda. Éramos unos privilegiados y contábamos con el respaldo de una empresa sólida y la garantía de retorno. Es fácil salir cuando sabes que vas a volver.

En pocos meses vivimos una devaluación del peso mexicano que partió en dos el valor de la moneda y que acabó en gran parte con la clase media incipiente e relevante; sufrimos un seísmo desde un piso treinta y cinco del magnífico hotel en el que residíamos con la sensación de volar sobre la ciudad del smog; tuvimos oportunidad de presenciar la toma de posesión del Presidente Zedillo con una sensación extraña de cambio de era que producía un vacío social, político y empresarial.

Esta semana, la tierra de México crujió y con ella los recuerdos de nuestra ciudad nos revolvieron. Se nos agolpaban episodios de experiencias vividas con las imágenes de tantos amigos que se encontraban el Distrito Federal con la preocupación por lo sucedido. No quería ver las imágenes, temerosa de reconocer a un compañero de trabajo de la Universidad Panamericana, una amiga de las que siempre me acompañaron o la dependienta de la tienda de abarrotes. Colonias como La Condesa, La Roma, por las que tanto paseé para impregnarme del espíritu chilango, aparecían destrozadas, como si el enfado de la madre tierra, tan mexicana, hubiera absorbido la ciudad y tragado sus edificios y borrado ese sabor a tamal, enchiladas y tacos.

En efecto, México se crece en la adversidad, porque tanto se levanta de una crisis y resurge con firmeza buscando de nuevo una vida mejor, como sale de las grietas de la tierra, se olvida de sí mismo y ayuda a los que todavía no logran alcanzar. Así lo plasmaba en el país Jacobo García y mi amigo JLU lo recogía en Facebook. Yo seguía en shock. Aun sabiendo que mi familia de adopción estaba bien y sólo estaban desbordados por la impotencia.

Estos días parece que los colores de México se difuminan entre grietas y derrumbes, pero sus colores, sus añiles, sus fucsias, sus rojos, permanecen en la retina de sus habitantes y seguro volverán a recubrir las paredes de las casas rehechas. Los olores a tamales, al maíz que parece impregnar las calles y se mete en la nariz sin compasión, se colarán porque la gente necesita alimentarse para tirar hacia delante. Los mariachis, de diez en diez, se reencontrarán y su música hará llorar, emocionar y vibrar a los visitantes de Tenampa.

Y para quienes no lo sepan, los mexicanos se encomendarán a la Virgen de Guadalupe, la imagen más venerada del mundo, confiados en su poder y entregados en sus brazos como hijos desvalidos que esperan ser envueltos en los embozos coloristas. Y la vida en México volverá a ser tricolor: verde esperanza, blanco pureza y rojo fuerza.

https://www.youtube.com/watch?v=6QQSP6QNonU

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