Encendiendo luces

Luces que iluminan las calles, oficinas que se decoran, casas que vuelven a la infancia. Cambia el color de la vida cuando llega la Navidad. Pero todavía estamos en Adviento, esa época en la que la espera anima y la presión cansa.

Mis amigos-lectores están terminando el año, los que trabajan, cerrando proyectos, las que pelean con los tratamientos oncológicos, soñando con alguna pequeña vacación en las visitas rutinarias a la clínica, las que siguen con los tratamiento hormonales, sonando con tener días para recuperar fuerzas.

Estés trabajando mientras te tratan, estés dedicada a la recuperarte, la Navidad te permitirá cambiar el ritmo, parar un poco, reflexionar sobre lo que haces y lo que te gustaría hacer, y esto sirve tanto para enfermos como sanos. Todos podemos aprovechar estos días para cambiar la acción por la reflexión, la prisa por la calma, la ducha por el baño, el despertador por el olor a café recién hecho, el gimnasio por el paseo.

Aunque cada vez falten más familiares, aunque descubras que estos días a los que todos estamos llamados a disfrutar y que descubren sirven para aflorar diferencias familiares, no deben ganarnos la batalla de la alegría. Porque sin duda, la Navidad es recibimiento y acogida, y eso empieza por tender la mano en el trabajo a los compañeros antes de retirarnos a la casa donde disfrutaremos de chocolate y el turrón.

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