Automotivada para vencer

Que nadie me diga qué es la violencia de género. Conocí, viví y sufrí su lacra muy, muy cerca, de mí. Denuncié sin darme cuenta de las consecuencias y, quizá gracias a ello, evité un final trágico a una situación que se venía repitiendo. Pero eso no me convierte en adalid de nada. Eso no puede hacerme una exaltada y radical «adalid» de aquello que no domino como mi batalla personal. Por eso quiero ser prudente. Porque nadie, salvo quien lo vive como yo, sabe cómo se vive con una guillotina sobre el cuello. Mi respeto, acompañamiento y acompañamiento sin exaltación.

Defiendo la libertad de la mujer para optar a cualquier trabajo y tengo razones para hacerlo. Y es que he visto a las mejores cortadoras de hierba en Baztán; a cocineras de primera a quienes les cuesta figurar en las guías porque se centran en trabajar, en la familia y en la cocina impoluta; a una banquera privada que se la juega en su orientación a clientes; a científicas que llevan décadas investigando para mejorar las formas de fecundación; y a escritoras que pelean por publicar libros históricos sin cuestionamiento.

Y he visto también a grandes peleadoras por la vida. Mujeres que, mientras combatían el cáncer, iban al ayuntamiento a pelearse por sus vecinos, a la redacción a contar las mejores historias o viajaban a Israel a negociar tecnología. Amigas capaces de defender la dirección de una empresa familiar ante sus hermanos sin perder la calma. Primas que defienden la otra forma de producir cine. Colegas que dejaron su trabajo antes de dejar la dignidad. Y puedo seguir sin parar, pero terminaré. Termino con quien tengo junto a mi, la amiga que consciente de tener los días contados, camina todas las semanas conmigo convencida de que ganaré la batalla pese a que, por circunstancias personales, lo esté sufriendo con un virulencia desproporcionada. Es siempre ella quien anima.

Este mes lo veo todo oscuro. Me ha agotado el Día de la Mujer porque un grupo de ellas y otro de ellos se apropiaron de él. Me ha superado la reacción de mi cuerpo al tratamiento. Y a pesar de todo, hoy he recibido una buena noticia: aunque me tengan que operar de nuevo, aunque me llenen de medicamentos, seguiré pensando que lo mejor está por venir.

No me busquéis al teléfono, en las manifestaciones, en los debates y reuniones, en los paseos callejeros, porque solo estaré donde estará mi corazón: lejos del ruido y la polución, cerca de quien mira el mundo en verde Baztán.

 

“Los programas no forman al individuo. Es la vida, la convivencia, la mutua relación, comprensión y participación en la observación y en la transformación, como agente, de los procesos vitales lo que forma como persona” 

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